DIFERENCIA ENTRE CONFIANZA Y SUPERVISIÓN

“Es que no confía en mí, siempre va detrás mía”. Explica un paciente después de una salida de fin de semana a su entorno habitual, refiriéndose a su familiar.

Lo entendemos. Entendemos que la familia sienta un miedo terrible a que el paciente vuelva a recaer. Comprendemos que, para paliar esa inquietud, trate de controlar los movimientos del paciente.

Y nos ponemos en el lugar de la persona con un problema de adicción, claro. La persona que trata de cambiar su vida al 100%. Que ha renunciado a todo para ingresar en una comunidad terapéutica durante un largo tiempo para recuperarse. Que está cumpliendo con lo que se le dice. Y que, a pesar de ello, tiene unos ojos vigilantes siempre detrás suyo.

Lo primero saber que esta situación, si se da, es por la mayor de las suertes: contar con el apoyo de gente que quiere que estemos bien. Es decir, con gente que nos aprecia. Partir de este punto hace que el camino hacia el entendimiento sea más fácil.

Nosotros explicamos durante el tratamiento que la confianza se va recuperando poco a poco. Los pacientes son conscientes de que han mentido mucho en la época de consumo activo y, por tanto, que la familia deposite su confianza en ellos, sin más miramientos, sería, como poco, algo imprudente.

Pero por otra parte está la supervisión. Una supervisión es, cito textualmente según la RAE: La acción de ejercer la inspección superior en trabajos realizados por otros. ¿Es que el familiar es superior en todo? No, claro que no. Pero se debe de tener en cuenta las debilidades que crea la adicción, y en esas áreas, protegerse. ¿Cuáles son estos aspectos?

-          Supervisión psiquiátrica y psicológica (de manera periódica, como cualquier otro trastorno o enfermedad grave crónica, la supervisión debe mantenerse durante años para evitar las recaídas).

-          Manejo de dinero (no debe de manejarse)

-          Salidas con personas desconocidas (se debe de conocer a las personas con las que se reúne la persona con adicción).

-          Hábitos saludables (alimentación equilibrada y en un horario regular, suficiente descanso nocturno, toma de medicación).

-          Rutinas habituales (de higiene personal y tareas ocupacionales diarias como hacerse la cama o hacer la limpieza diaria).

-          El acudir a celebraciones (mejor con alguien conocido).

-          Acudir a lugares donde puede haber consumo (como restaurantes, siempre acompañados por personas que sepan manejar las diferentes situaciones que se pueden dar para una persona con adicción).

-          Seguir un horario diurno (rechazar la nocturnidad).

Si existe una supervisión en estas áreas, la probabilidad de recaída se reduce considerablemente. En un inicio, puede parecer abrumador, pero con el tiempo y la planificación, la supervisión en estas áreas se puede simplificar de una manera en la que, tanto la persona con adicción, como el familiar (o allegado) que supervisa, se hagan más fácil la tarea. Y compensa. Vaya si compensa.

Y la confianza, ¿para cuándo? La confianza está siempre presente. Porque la supervisión NO es incompatible con la confianza. Supervisamos como método de protección. Para minimizar riesgos. Confiamos porque necesitamos abrirnos a los demás, comunicarnos con ellos, sentir que no estamos solos.

¿Y qué otras orientaciones damos a las familias durante el tratamiento de rehabilitación? En próximos posts, las iremos revelando.

Porque desde Las Flotas seguimos manteniéndote informado. Seguimos ayudándote.


Ana Sala, psicóloga de las Flotas.

 

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