LOS PREJUICIOS EN LA ADICCIÓN

“Me da vergüenza volver a mi pueblo después de la rehabilitación, ¿qué pensarán de mí?”.

Detrás de esta preocupación está el estigma social, es decir, el pertenecer a un grupo social menospreciado por el resto de los individuos al grupo al que pertenece la persona. Doloroso, ¿verdad? No ser visto ni reconocido como una persona capaz, coherente, ni con sentimientos incluso; en definitiva: inferior. La adicción es un trastorno que te coloca por debajo del resto. Otra dificultad más a superar en el proceso de rehabilitación, y ésta, es de las grandes.

En el post de hoy vamos a centrarnos en dos cuestiones: por una parte, está el hecho de los impedimentos prácticos que implica este estigma, por otro lado, está la recuperación de la propia dignidad personal de la persona adicta. En el próximo post hablaremos de qué podemos hacer para reducir colectivamente el estigma social que soportan las personas con trastorno mental en general, y con adicción, en particular.

En cuanto a las dificultades prácticas que el estigma de la adicción puede esconder están el hecho de:

- La dificultad para el propio reconocimiento de la enfermedad.

- Creencia de que el problema de la adicción es un problema de falta de voluntad (“No se recupera porque no quiere”, “Lo que tengo que hacer es proponérmelo de verdad”).

- El aislamiento social que produce en ocasiones el estigma social en la persona con trastorno de adicción.

- El trato infantilizado por parte de familiares y profesionales.

- Problemas que los usuarios pueden tener a la hora de expresar lo que les ocurre (convirtiéndose en muchas ocasiones en un tabú personal y social).

- Poca credibilidad por parte de los profesionales sanitarios y familiares o falta de confianza en los/as usuarios/as para verlos capaces de resolver un problema (cuando analizamos sus acciones).

- Vulnerabilidad laboral.

- Incapacitación sin una valoración completa.

- La creencia general de que existe un abandono del cuidado de los hijos/as por el mero hecho de consumir.

- La creencia de una baja capacidad cognitiva hacia el/la usuario/a.

- El deterioro del entorno social (de familiares, iguales, conocidos, vecinos, etc.) y laboral, al vivir el adicto la vida a través de la sustancia, creándose un estilo de vida psicosocial acorde con su nueva situación y su nuevo rol (drogodependiente).

- Los propios estigmas de familiares y profesionales provocan que los propios pacientes desconfíen en la ayuda que les puede otorgar estos grupos, dificultando la adhesión al tratamiento y provocando abandonos del proceso de rehabilitación.

- Discriminación a la propia familia del/de la usuario/a. de la persona afectada (“Tiene un problema por su familia”).

Estos obstáculos son algunos de los que, además del problema de la adicción, la persona con el trastorno tiene que vencer.

Por otro lado, como comentábamos, está la recuperación de la propia dignidad de la persona con trastorno de adicción. Dignidad muy mermada por los prejuicios sociales, incluso personales del propio trastorno.

Dignificar significa reconocer el valor que ya es inherente a una persona, que por cualquier motivo o circunstancia haya visto deteriorada su consideración. Es un reconocimiento de aceptación plena de que la persona se merece un respeto por el hecho de ser humano. Y cualidad humana también es enfermarse, equivocarse y tomar decisiones más o menos equivocadas. Esa toma de conciencia es la que se trabaja con usuarios/as y familiares en la comunidad terapéutica de Las Flotas. Puede que hayan enfermado y puede que hayan cometido errores. Pero también se puede aprender a decidir de una manera más acertada, priorizando la salud propia (salud en toda su amplitud), y recuperar una vida más satisfactoria para ellos mismos y sus allegados.

¿Y qué otras orientaciones damos a las familias durante el tratamiento de rehabilitación? En próximos posts, las iremos revelando.

Porque desde Las Flotas seguimos manteniéndote informado. Seguimos ayudándote.

Ana Sala, psicóloga de las Flotas.


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