¿PUEDE MI FAMILIAR BEBER CERVEZA SIN ALCOHOL? LA PERSONA REHABILITADA, ¿PUEDE BEBER SOLO EN REUNIONES SOCIALES?
Un pequeño ejercicio de memoria. Vamos a traer a nuestra mente algún
anuncio de cerveza. ¿Lo tenemos? Independientemente de marcas o año del
anuncio, seguramente aparecerán algunos de estos elementos: amistad, alegría,
reuniones sociales, vida mediterránea, personas famosas (guapas y exitosas),
seducción, modernidad, celebración…. Y así podríamos continuar con decenas de
asociaciones que desde hace años nos han hecho creer las grandes marcas
cerveceras. Y ya les interesa que eso suceda. Solo por aportar algún dato, la
industria cervecera española supone el 1,3% del PIB nacional, con un valor en
el mercado de 15.500 millones de euros.
Ir en contra de todas estas asociaciones mentales, junto con la presión
social es a lo que se tiene que enfrentar una persona que se ha rehabilitado.
Un desafío para valientes. Valientes que deciden que su propia vida y salud
está por encima de los intereses de unas cuantas marcas de bebidas alcohólicas.
Las preguntas que dan título a este post, son dos de las más frecuentes
cuando damos orientaciones a pacientes y familia a la hora de enfrentarse a
situaciones con consumo de alcohol. Las personas con un trastorno de adicción
deben saber que no pueden beber nada y que jamás podrán probar el alcohol, y la
familia lo tiene que saber porque es una idea difícil de comprender en un país con
el hábito de consumo de alcohol tan arraigado como España.
La rehabilitación en cierta manera es un tratamiento de “olvido” y para
olvidar este hábito tan arraigado el enfermo adicto debe estar muy apoyado. Nos
encontramos en muchas ocasiones que es la propia familia, en una celebración o
unas fiestas, Navidad, por ejemplo, la que anima a la persona a consumir “¡Por
un brindis y un sorbito no va a pasar nada!”. Este acto es suficiente para
despertar recuerdos (de sabores, hábitos, etc.) y volver a querer más. Ese
volver a querer más, que viene de una insatisfacción profunda, y que nunca
tiene fin, y que no depende solo de la fuerza de voluntad: la adicción.
Da igual, incluso, que la persona no haya tenido problemas con el alcohol,
y que haya sido por otras sustancias. Ya que el consumo de alcohol implica ese
mismo recuerdo del que hablábamos antes o que la persona sea mucho más
vulnerable para controlar sus propios impulsos para no consumir otras
sustancias.
Cuando damos esta orientación, no es por una creencia moralista o algo que
al equipo se le ocurra en un momento determinado. Esta orientación está basada
en las investigaciones más recientes y la propia experiencia en el tratamiento
en rehabilitaciones. Por ello insistimos y por ello nuestro objetivo es
normalizar a las personas que renuncian al alcohol. No beber alcohol también es
ser “normal”.
¿Y
qué otras orientaciones damos a las familias durante el tratamiento de
rehabilitación? En próximos posts, las iremos revelando.
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Ana Sala, psicóloga de las Flotas.